miércoles, 15 de abril de 2009

Semblanza de Ana Maria Campos

Hija de Don Domingo Campos y Doña Ana María Cubillán, Ana María Campos nace en Los Puertos de Altagracia, Estado Zulia. Desde muy pequeña germinaron en su corazón las ideas de libertad y el amor por la independencia.
La casa de Ana María Campos era el punto de referencia para los patriotas de la provincia de Maracaibo, el puerto de salvación y el asilo seguro para la conspiración; allí se reunían para buscar prosélitos de la libertad. Ana María Campos, en plena juventud, ofrece su ayuda a los patriotas y comienza a colaborar en la organización y a participar en las reuniones clandestinas, dejando oír su voz. Y fue en una de esas veladas secretas que dejó escapar la frase inmortal que la llevó al martirio: “Si Morales no capitula, monda”.
Ana María Campos fue delatada, hecha prisionera y conducida ante el Gobernador de Maracaibo, Capitán Francisco Tomás Morales, quien perseguía a los patriotas con saña. Frente a Morales la joven no se desanima, por el contrario, su ímpetu se eleva y en su propia cara le explicó las razones que la inducían a creer que, si no capitulaba, estaba perdido.
Morales, en un gesto de soberbia, y sintiéndose humillado por aquella tierna jovencita, ordena que sea vapuleada públicamente, montada en un asno y paseada desnuda por las calles de la ciudad; y así se hizo.
Fue el africano Valentín Aguirre el encargado de descargar el látigo sobre la piel de la joven patriota. Ante el dolor, Ana María no claudicó en sus ideas, sino que a cada latigazo del verdugo sobre su cuerpo salía de sus labios sedientos y amargos la frase: “Si no capitula, monda”, la cual repitió incansablemente.
“Si no capitula, monda”… “Si no capitula, monda”…
Creyó Morales, como lo creen todos los tiranos, que las ideas mueren con el látigo y con las torturas, que quebrantando el cuerpo las ideas expirarían. Pero lo que logró fue dar a la patria una heroína al poner a prueba una voluntad decidida por la causa de la libertad y la justicia.
Dicen las historiadoras y los historiadores que en un principio daba la impresión que nadie se había dado cuenta del gesto heroico de la muchacha patriota. Las madres desconocían la razón por la cual un día las obligaron a presenciar el espectáculo de una joven arrastrada al suplicio, ignorando la entereza de su gesto. Parecía que todo iba a quedar en silencio, que nadie sería capaz de recoger el nombre de Ana María Campos para incluirlo en la lista de los héroes y las heroínas de la libertad. Pero el pueblo zuliano atesoró la imagen de la muchacha torturada y humillada, para luego exhibirla como un ejemplo de fe y de decisión para las futuras generaciones.
Ana María Campos está en el pedestal que el pueblo le construyó con su sangre generosa, irradiando como un faro a todas las mujeres y hombres que aman la libertad y la justicia, como símbolo de la lucha femenina.

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